Emprender es una palabra que, a priori, ya entraña cierta dificultad y una gran dosis de ilusión y esfuerzo. Si a esa ecuación le añadimos que ese empeño ha de llevarse a cabo en plena pandemia y que uno ya tiene una edad y que lo de la generación Z o millennials ya casi es ciencia ficción pues el riesgo parece aún mayor.
Y sí, es una locura… pero bendita locura la de hacer realidad un sueño y dar rienda suelta a tu lado más artístico.
Porque crear esculturas de madera y la decisión de dar el paso para poner en marcha mi proyecto más personal no es un capricho, ni algo que surge de la noche a la mañana… es un proyecto que llevo madurando desde hace años.
Yo me dedico al mundo de la carpintería y ebanistería, llevo en este oficio más de 30 años y a lo largo de toda mi carrera he hecho importantes trabajos muy relacionados con el diseño y las formas innovadoras que, por su complejidad, eran todo un reto… Y a mí, verme en esa situación me apasiona porque implica un trabajo previo de investigación, proporciones, técnica, experiencia y mucha precisión.
En ese escenario de creatividad es donde más disfruto y toda esa experiencia me llevó a “jugar” en un ámbito más íntimo para unir mis dos pasiones: la madera y el arte. Los bocetos que siempre había tenido en mi cabeza dando vueltas se hicieron realidad pero solo llegaban a mi entorno más cercano.

Y fue, precisamente, ese entorno el que me dio la energía porque junto a alguna crítica constructiva y necesaria, se enamoraban de mis obras y me impulsaban a dar el paso definitivo.
Aunque parece que la distancia entre una zancada y otra es corta, hay pasos que tienen un recorrido de kilómetros. Y en ese viaje he estado un tiempo estudiando, analizando, llenando folios de números, tiempo, pros y contras… y sobre todo escribiendo en mayúsculas las palabras ilusión, pasión y deseo.
Pero llegó la pandemia que sacudió nuestros cimientos… y entendí que en el momento más inesperado todo se desvanece, que somos vulnerables y que el futuro dejó de conjugarse por el aquí y el ahora. Y el tiempo se detuvo y fui consciente de que somos efímeros y pasajeros y que en nuestro equipaje no pueden faltar los sueños. Volví a mis folios, a los consejos, a los ánimos, a la pasión y a dar ese paso que siempre me recomendaban.
Empecé a caminar, a cambiar las dudas infundadas por ilusiones renovadas y a vivir esta magnífica experiencia de trasladar mi creatividad y mis emociones a las esculturas de madera y emprender mi proyecto más personal a pesar de la pandemia y de la edad porque nunca es tarde para hacer realidad un sueño.
Me gusta mucho tu obra. Enhorabuena. Cuando vaya a Ibiza iré a verte.
Muchas gracias!
Viniendo de ti es un gran halago.
Un saludo.